Los primeros palafitos fueron residencias,
hospederías y almacenes edificados, en la costa, para la entrega de servicios
durante el auge maderero, a fines del siglo XIX en los puertos de Chiloé. En
1940, debido a la migración del hombre desde el campo a la ciudad producida por
una plaga que afectó a la producción de la papa (principal alimento local), ya
existían barrios palafitos en toda la isla. Campesinos agricultores se
"tomaron" terrenos a orillas del mar, propiedad de nadie. Aquí podían
pescar o mariscar cuando bajaba la marea y, al mismo tiempo, tener un pedacito
de tierra donde cultivar. Nace, entre otros, el barrio de palafitos Gamboa, uno
de los pocos sobrevivientes al terremoto y maremoto de los años 60. En la
actualidad, el barrio de palafitos de Gamboa, donde se emplaza Palafito 1326,
Hotel Boutique, es un patrimonio vivo, ícono de la arquitectura de la madera de
Chiloé y de su cultura íntimamente ligada a la tierra y el mar.
Es un archipiélago al sur de Chile, entre los
paralelos 41º y 43º de latitud sur. Junto a un gran número de islas de menor
tamaño, comprende a la Isla Grande de Chiloé, catalogada entre las tres islas
mejor conservadas en el mundo. Castro con más de 29.000 habitantes, es la
capital de la provincia de Chiloé desde 1982. Es la tercera ciudad más antigua
de Chile con existencia continuada, se fundó en 1567. En ella destacan los
palafitos, el Mercado, y la iglesia Apóstol Santiago, declarada Monumento
Nacional. La población desciende principalmente de la mezcla entre los
aborígenes (huilliches, cuncos, payos y chonos) y los colonizadores españoles.
En la mitología chilota, destacan la creencia en brujos y en seres fantásticos
como la Pincoya, el Invunche, el Caleuche, el Trauco, la Fiura y el Camahueto.
Junto a sus iglesias, la arquitectura de Castro luce otra expresión característica de la isla: los palafitos. Estas construcciones, muy conocidas en las zonas costeras, tienen en Chiloé su representante más austral. 
Son casas de
  madera y tejuelas de alerce que se emplazan sobre un muelle con gruesos
  pilotes. Constan de dos frentes, uno hacia la calle, con la que se comunica a
  través de un puente, y otro hacia el canal, que posee una terraza superior
  que cumple la función de un patio y un nivel inferior que se utiliza para los
  trabajos de pesca, de acuerdo a las horas de marea. Es allí donde se amarran
  los botes que acompañan a los isleños en su salida para buscar mariscos y
  peces. 
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Más allá de su
  atractivo, los coloridos palafitos son para los pobladores un cómodo hogar
  cerca de la costa, seguro y sin humedad, el lugar ideal para los que viven en
  torno al mar.  
No sólo en Castro,
  sino también en Ancud, Quemchi y Chonchi, entre otros puertos, se levantaron
  estas construcciones para aprovechar la costa durante la expansión comercial
  del siglo XIX.  
Para contemplar
  estos palafitos hay que tomar por calle Blanco hasta llegar a la costanera y
  al puerto y desde allí recorrer las calles Pedro Montt y Aguirre Cerda para
  ver estas casas levantadas sobre el agua, pintorescas representantes de la
  arquitectura marítima. 
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Arquitectura
Una de las características más
  sobresalientes de Chiloé es su arquitectura. Se desarrolla tradicionalmente
  junto al borde de la costa interior, en las riberas y también por los cerros
  circundantes. Las iglesias, los fuertes, los puentes, los molinos, los
  palafitos, las casas de tejas de alerce, balcones y miradores son las
  construcciones típicas de Chiloé. En el archipiélago se vive una cultura de
  la madera; mañío, pellín, alerce, raulí, coigue, ricas maderas, que hoy
  escasean. 
Las casas son amplias y crecen según las necesidades. En la casa chilota se
  teje la vida familiar, particularmente en sus enormes cocinas donde las
  familias comparten cuentos y tradiciones, durante los largos meses de lluvia.



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