lunes, 14 de mayo de 2012



 Historia de los palafitos.

Los primeros palafitos fueron residencias, hospederías y almacenes edificados, en la costa, para la entrega de servicios durante el auge maderero, a fines del siglo XIX en los puertos de Chiloé. En 1940, debido a la migración del hombre desde el campo a la ciudad producida por una plaga que afectó a la producción de la papa (principal alimento local), ya existían barrios palafitos en toda la isla. Campesinos agricultores se "tomaron" terrenos a orillas del mar, propiedad de nadie. Aquí podían pescar o mariscar cuando bajaba la marea y, al mismo tiempo, tener un pedacito de tierra donde cultivar. Nace, entre otros, el barrio de palafitos Gamboa, uno de los pocos sobrevivientes al terremoto y maremoto de los años 60. En la actualidad, el barrio de palafitos de Gamboa, donde se emplaza Palafito 1326, Hotel Boutique, es un patrimonio vivo, ícono de la arquitectura de la madera de Chiloé y de su cultura íntimamente ligada a la tierra y el mar.





Es un archipiélago al sur de Chile, entre los paralelos 41º y 43º de latitud sur. Junto a un gran número de islas de menor tamaño, comprende a la Isla Grande de Chiloé, catalogada entre las tres islas mejor conservadas en el mundo. Castro con más de 29.000 habitantes, es la capital de la provincia de Chiloé desde 1982. Es la tercera ciudad más antigua de Chile con existencia continuada, se fundó en 1567. En ella destacan los palafitos, el Mercado, y la iglesia Apóstol Santiago, declarada Monumento Nacional. La población desciende principalmente de la mezcla entre los aborígenes (huilliches, cuncos, payos y chonos) y los colonizadores españoles. En la mitología chilota, destacan la creencia en brujos y en seres fantásticos como la Pincoya, el Invunche, el Caleuche, el Trauco, la Fiura y el Camahueto.






Junto a sus iglesias, la arquitectura de Castro luce otra expresión característica de la isla: los palafitos. Estas construcciones, muy conocidas en las zonas costeras, tienen en Chiloé su representante más austral.

Son casas de madera y tejuelas de alerce que se emplazan sobre un muelle con gruesos pilotes. Constan de dos frentes, uno hacia la calle, con la que se comunica a través de un puente, y otro hacia el canal, que posee una terraza superior que cumple la función de un patio y un nivel inferior que se utiliza para los trabajos de pesca, de acuerdo a las horas de marea. Es allí donde se amarran los botes que acompañan a los isleños en su salida para buscar mariscos y peces.





Más allá de su atractivo, los coloridos palafitos son para los pobladores un cómodo hogar cerca de la costa, seguro y sin humedad, el lugar ideal para los que viven en torno al mar.

No sólo en Castro, sino también en Ancud, Quemchi y Chonchi, entre otros puertos, se levantaron estas construcciones para aprovechar la costa durante la expansión comercial del siglo XIX.

Para contemplar estos palafitos hay que tomar por calle Blanco hasta llegar a la costanera y al puerto y desde allí recorrer las calles Pedro Montt y Aguirre Cerda para ver estas casas levantadas sobre el agua, pintorescas representantes de la arquitectura marítima.





Arquitectura

Una de las características más sobresalientes de Chiloé es su arquitectura. Se desarrolla tradicionalmente junto al borde de la costa interior, en las riberas y también por los cerros circundantes. Las iglesias, los fuertes, los puentes, los molinos, los palafitos, las casas de tejas de alerce, balcones y miradores son las construcciones típicas de Chiloé. En el archipiélago se vive una cultura de la madera; mañío, pellín, alerce, raulí, coigue, ricas maderas, que hoy escasean. 

Las casas son amplias y crecen según las necesidades. En la casa chilota se teje la vida familiar, particularmente en sus enormes cocinas donde las familias comparten cuentos y tradiciones, durante los largos meses de lluvia.


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